Mi nombre es Yesica y soy psicóloga desde 2006, año en el que me licencié en la Universidad de Salamanca. A pesar de que desde niña siempre quise ser médica, reconozco que, en cuanto la psicología apareció en mi vida, tuve claro que eso era a lo que me quería dedicar.
La psicología ofrece muchas alternativas dentro de la profesión (deporte, organizaciones, clínica, forense,…) pero mi vocación era, y sigue siendo casi 20 años después, la intervención clínica.
Si me preguntas por qué te diría claramente que el contacto con la gente siempre me ha llamado mucho la atención, poder acompañar a las personas en sus peores momentos es de las cosas más gratificantes de mi día a día. No es que me parezca una tarea sencilla ya que aunque soy una profesional, también soy humana y hay momentos en los que me toca apretar dientes cuando veo el dolor en los ojos de mis pacientes, otras veces se quedan rondando en mi cabeza buscando la mejor forma de ayudarlos y, alguna que otra, sus historias vitales se cruzan con la mía. Aún y con todo, acompañarles en ese camino, sin duda, es una gran recompensa.
Ser curiosa por naturaleza me ha llevado a mantenerme en una constante formación durante todos estos años, participando, también, en distintos grupos de trabajo en el colegio de psicólogos al que pertenezco (suicidio, bullying, envejecimiento, violencia de género, desastres y emergencias,…).
Hasta hace un tiempo, mi enfoque terapéutico estaba centrado exclusivamente en la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), nada fan de terapias alternativas sin base científica, la TCC es una de las corrientes psicológicas más reconocidas por su respaldo científico. Pero sentía que necesitaba un poco más en cuanto al trabajo más profundo de las emociones y el trauma, y ahí es cuando me formé en EMDR, que, al igual que la TCC tiene numerosos estudios que avalan su eficacia, especialmente con sucesos traumáticos.
Siempre les digo a los pacientes que, para estar al otro lado de la mesa, hay que ser muy valiente, a nadie le gusta bajar a los infiernos y mirar a los ojos a sus demonios, así es que, la terapia es, muchas veces, tan difícil como absolutamente necesaria.
Si en algún momento sientes que necesitas hacer ese viaje, no te diré que será fácil, pero sí que seré tu muleta hasta que consigas caminar solo/a.
Pdt: Disfruta del camino… Amarás el final.